domingo, 27 de diciembre de 2009

Domingo de resu-reccion

Una vez una doncella me decía que "uno le da el nombre que prefiere a las cosas", doy fe de eso, que no hay más carteles ni más penas que las que uno se cuelga con un clavo en la frente.
En mi caso, uno oxidado, con la cruz de cajón, y el INRI impreso en la camiseta, crucificado.
Más minado que selva colombiana en gobierno de una meretriz al servicio del imperio que mata en la guerra y en la propaganda diaria, así estaba el terreno ultimamente.
Anoche bien de noche, y con un -Bien de noche- precisamente, se escondió la banderita del pirata y la arrancamos de un solo tajo, cortamos los cabos y zarpamos mar adentro y mal afuera.
Sabría yo de esto, que pasé treinta y unos de diciembre solo en un balcón, en esos años sin grilletes y sin posta, y que ahora, y -con afán de preceder- vuelven más fuertes que nunca, recopilando hojas, abriendo esos cuadernos con las canciones intactas, con la letra ilegible, de esas noches en trance, cuando escribía horas como un animal.
Yo creo que la conocí en mil nueve sesenta y tres, y no ha cambiado mucho en los largos siglos que fueron todos estos benditos días desde hace un año entero.
Como si fuera una Kennedy, no es por coincidencia el nombre.
Así como este ateo le reza al del más allá cuando esta pendiendo de un hilo (y que han sido veces incontables) y así como uno prende la PC, prepara un café, y desmonta las penas en un post ya no tan fúnebre, así, igualito, ahora cabe, y por convicción, hacer precisamente lo mismo, casi que por obligaciòn para uno hacerse al dolor de que las cosas están cambiando (para mala suerte de la nostalgia personal), y que todo marcha muy raro, dias para quedarse a mirar desde la ventanita de enfrente, recostarse en el sillón de psicólogo y ver a la gente pasar.
Toca hoy, a esta hora, y por este medio, contar que la cosa esta mucho mejor, con esos regresos que son fatalistas y desorganizados, que vuelven ya no en la memoria sino ahora en carne y hueso, la dicha de sentirse cambiante y cambiado da a este vagabundo de lo imposible la receta impuesta por el tiempo, que decía siempre que si vuelve es de uno.
La labor de madrecita de la caridad creo que ya me esta llegando al final, y hay que dejar de ser tan noble, al menos en este mundo de perros con rabia Pavloviana.
Seguimos afinando las guitarras, preparando sonido y calentando la voz con un Jack&Daniels para lo que se viene, que cuando suceda entrará de mi mano otra que no estaba contada, en el mundo al revés.
¡Qué versión violenta!

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