martes, 26 de enero de 2010

Soberbia


Confesión: Siempre fui pésimo escogiendo a una mujer, escogiendo que camino seguir, como si uno sigue algo, como si fuera perro callejero. Hace un año la vi pasar, y quise detenerla del brazo y preguntarle como se llama, pero más pudo el retiro y el aplanchado infeliz de preguntarse cien veces si funcionarà.
Empecé a sentirme más pensante con licor en la mano, o con algún arma blanca entre los dedos, la verdad es que no me siento bien mirando hacia atrás ni mucho menos dándole de comer a las sobras de un sistema caduco que promueve el blindaje emocional y antipático de preguntas sin respuestas.
A veces me arrepiento de no haber seguido el "tilín del corazón", y no sé si ahora caben las ganas.
Tenemos el tiempo preciso, una escolta de cien mosqueteros sin nombre, y una receta de promesas de futuro.
Capuccino en mano suelto y pienso, que esperar es buscar en estado pasivo, y que las canciones pesan y recogen el tiempo erróneo en una hoja amarilla de papel fino.
Hay mujeres que juegan a acertijo, para esconderse de tanta cosa, será porque el tiempo no cura nada ni en cuentos, o porque no precisan ser otra cosa que brevedad absoluta.
Yo no soy carnicero, señores, no puedo venderme ni ponerle precio a mi pluma.
Qué notable verdad: En este país que se lee muy poco, 8 de cada 10 se fijan en la mala ortografía, en la variable "formalidad". No se han dado cuenta de que han sido carnada para el escritor, carnada de muestreo para dar pruebas precisas de que ahora nada se escapa de la "perfección", nadie comenta, sólo dos me lo han dicho, que El Mundo es un ensayo, que dejó de ser novela por ahí por la página veintipico.
Pocos quedamos ya, libres de pecado y aprendices de Rimbaud.
Para entender a una mujer hay que ser varón, solito aguantársela, y fumarse un mentolado por si las dudas.
Juegan a intriga.
No responden nada.
No quieren reír un poquito.
Cortan la mirada con un sello en la frente.
Unas se ponen precio, para ver quien da más, como si fuera subasta.
Otras alzan una muralla de cristal, soportando la angustia del encaje.
¡Uh, qué misterio!
Algo me queda, alzar vuelo y fiel a mi convicción, romper a mordaza el avispero.
Ya no ríen, que están curadas dicen, ¿Curadas de qué?
Olvidé para qué hice este Blog, para promocionar el cuento al revés, si, respecto a eso ya empezamos los ensayos, faltan ciento cincuenta y cuatro detalles por afilar.
Tengo un montón de planes en la cabeza, y creo que lo mejor no cabe ni en la imaginaciòn de Verne, se viene algo de otro mundo.
Alavalcivar.
Pd: yo no tomo té, princesa, yo tomo café bien negro, bien caliente y con azúcar negra, aunque me encantaría endulzarlo con miel, de panal.

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