domingo, 31 de julio de 2011

Mesalina

Una pastilla de alcanfor debajo de la almohada,
Un rojo tornasol de pregón por su espalda,
Dos billetes de veinte en boletos de ida a su cartera,
Agravios subconscientes, orgasmos fingidos para un poeta.

Un paraguas abierto debajo de la cama,
Una caricia de rímel hasta la comisura de su boca,
Un corazón sin muebles ni ventanas,
El palacio de Rubalcaba sin alfombras,
Un vidrio empañado, seis de la mañana,
Un desayuno de vino de cartón y rayas de coca.

El Monte Calvario de piel con estrías,
Eran sus caderas comidas por el frio y la gripa,
Que en retórica se besa la calle con minifaldas,
El lio de trabajar de madrugada.

Pezón de fresa, nieve en el bolsillo,
Hacerse a un lado del solipsismo,
Bufanda camorra, fantoches de ayer,
Se llamaba Carlota, la puta más triste del cabaré.

Y ni las pastillas debajo de la almohada,
Se hacían deprisa con tinta china de papel y amarga,
Qué día tan triste, nunca veía el sol,
Una foto colgada en la pared junto al corazón.

Una carta mentirosa con factura,
Un delantal de dudas, una canción.
Reina consorte de la calle,
Liguero sin atar, crucigramas en la nuca,
Dos piernas avenidas directas al rio Po.

Vedette de tele famosa por la carne,
Y yo por escriba, no sé quién llevaba la peor parte,
Del corsé del pan de cada día,
De reír mientras se llora por venderse como todos los mortales.

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