sábado, 19 de junio de 2010

"PROZAC: un libro a cuatro manos" Paginas 100, 101, 102


Era sábado, era Junio, era noche…

No sé por donde empezar a redactar esto, no entiendo como ahora pude ser tan torpe y no haber salido a buscarte antes, pero el tiempo es un invento de los viejos y quizás la distancia también lo sea, aunque asumo con delicadeza y decisión que a veces nos juega esa pésima baraja y no encuentro redacción en mi libro de notas, era una noche tan sincera y tan de todos los días, con la sola diferencia que me sentía en paz. Horas antes había regresado de comprar algunos suvenires para mi viejo y a eso de la seis de la tarde (hora local) me decidí por salir a caminar solito, y disfrutar de un cigarrito, de esos blancos que no me joden tanto la garganta, y fue ahí cuando pensé que la había hecho el juego despavorido y retardado a la realidad, y empecé a pensar en vos, en tus ojos negros, en tu pelo negro, y tu alma blanca, y me senté en la acera a meditar, porque no había nadie alrededor que empiece a joderme por fumar y estar despeinado, y te quise tener cerquita, y darte un beso largo largo largo.
De noche, pero con el sol en su lucidez, como ese nieve en Guayaquil que escribí hace dos años, nos dijimos tantas cosas tiernas y melancólicas y maldecimos al tiempo juntos, y eso fue algo cliché pero también algo catártico, y me dijiste que si, y me quise volver loco, quería soltar en risas de alegría, y segundos mas tarde en llantos desconsolados porque no lo podía creer. Que va, nada es eterno, ni mi traje gris ni mi dril a lo Poe, y luego de charlar largo largo largo salí mas tardecito por una cerveza, había que celebrar! Rompí el chanchito de las monedas y complete los noventa centavos que obliga el capital por una club verde, y con un cigarrito (el segundo del día) empecé a pensar en vos otra vez, con música en los oídos de Sabina y tu poesía en la piel de este ingenuo atardecer sepultural que estuvo acompañado de todo un día gris como en un video de días grises en cámaras lentas, y era sábado, y era junio, y era noche. Pero no menoscabo en la herida abierta del enemigo que ahora se inclina de rodillas y pide perdón, y veo en tus ojos lejitos lo que no había visto nunca, y en los besos que te voy debiendo no encuentro fatal decisión para mis rimas que devolvértelos por el resto de vida que me quedan, mil veces por semana, un millón de semanas y semanas cortas de cielos despejados y mañanas en la playa donde estabas con la señorita Roubaud y cuyo nombre no recuerdo, pero que importa ahora, ahora no importa nada, nada que no pueda hacer, hacer que no deba, y deba sospechar que Montparnasse cerró en vigilia y las apuestas porque de allá adentro me sacaste, y era sábado, era Junio, era noche.

Tu pecho de amapola
Tus muslos bronceados
Tu frente en alto
Tu reino que es forza.

Tu cielo enjaulado
Tus noches de Almodóvar
Tu hielo en mi on the rocks
Tu cuerpo enamorado

Tu pelo enredado
Tu corazón
Tus pestañas
Tus uñas
Tus hazañas
Tu lengua
Tus oídos
Tus odios
Tus apetitos
Tus más
Tus menos
Tu aquí
Tu ahora
Tu después
Tus bufandas
Tus Chilito lindo
Tu poesía
Tu gaviota
Tus pulseras
Tus órdenes
Tus lágrimas
Tus días difíciles
Tus días fáciles
Tus noches sin resultado
Tu chocolate
Tu café por las mañanas
Tus cejas
Tus labios (… ¿ya dije tus labios?)
Tus curvas
Tu bronceao`
Tu tarde
Tu regreso del cole
Tu inicio de semana
Tu viento por tele
Tu acento extranjero
Tu iphone donde cabe mi prozac
Tu pecho, tus labios (… ¿ya dije tus labios?)
Tus caderas
Tus muslos
Tu cola
Tu vida
Tu pasión
Tu muerte
Tu reciente
Tu pasado
Tu después
Tu soledad
Tu labios (… ¿ya dije tus labios?)
Tu todo, tu nada
Es lo que más quiero en este mundo
Como una pirámide maya
Y era sábado, era junio, era noche.

Para Kathe`Ramirez, por guapa.

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