jueves, 27 de octubre de 2011

El lado izquierdo de la cama.


Feliz cumpleaños, rubia.


En el balcón del cuello de camisa
Como un rompeolas se asoma el sol,
Con el escote en los ojos abriendo las cortinas,
En la cocina la soledad cambiando siempre de estación.

Los besos a distancia como taxis limusina
Directo por la avenida de sal bajando hasta los pies,
Mientras se calcan los abrazos cociéndoselos en la piel,
Siempre llega el día después como pasado que no se acomoda.

Louvre desnuda con diástole de blues en el lado izquierdo de la cama,
Sístole rojo el corazón de tul, charlas de Picasso y Sinatra,
Mujer frontera de mapa sin tocar, luciérnaga surrealista,
Farmacia de arcoíris para soñar con papel y tinta china.

El lunes que empieza en tu boca
Desafina con el martes que se fue,
La poesía se encela si te desnudo en el papel,
Cuando el Voyerista a la Gioconda enamorado le quita la ropa.

Los girasoles en la madrugada
Dibujan el futuro en la pared,
En los ojos las nubes se suicidan empezando a llover,
Y la flor de anteayer esta noche la blusa se desabotona.

Louvre desnuda con diástole de blues en el lado izquierdo de la cama,
Sístole rojo el corazón de tul, charlas de Picasso y Sinatra,
Mujer frontera de mapa sin tocar, luciérnaga surrealista,
Farmacia de arcoíris para soñar con papel y tinta china.

Louvre desnuda con diástole de blues en el lado izquierdo de la cama,
Sueños de París y Toulouse alrededor de la almohada,
Mujer lunar de luna sin tocar, libertad domiciliaria,
Por tu balcón trepa éste poeta de ceniza y coñac
A besarte la boca roja escarlata.

Louvre desnuda con diástole de blues en el lado izquierdo de la cama,
¿Cuándo te quitarás el tutú danzando encima de mis pestañas?
Mujer octavo día de semana, luciérnaga surrealista,
Éste corazón de alquitrán no te busca en la rutina.

jueves, 20 de octubre de 2011

Chantelle

Mañana te desvisto y no te vas,
Mañana el cuolotte bordado cambia de estación,
Mañana te persigo a ningún lugar,
Mañana no será un rompecabezas el colchón.
Mañana respondes a los telefonazos,
Mañana el brasiere sujetará las dudas,
Mañana perdonamos los agravios,
No amanecerá el pantalón tan mojado,
Mañana lo hacemos en la ducha.
Mañana que toca la puerta,
Como los viernes que irrumpen el zaguán,
Mañana que se peina en tu diadema,
Mañana que nunca llega,
Mañana que usa de cara un antifaz.
Mañana tomará el sol la billetera,
No habrá corbata para la cremallera,
Mañana que se desvela,
Mañana que nunca sueña,
Mañana que pasó.
Mañana los poetas dejarán de recitar diccionarios y harán poesía,
Mañana no tendrá bolsillos el overol,
Mañana dejará Aznar de ser una puta en cada esquina,
Mañana exoneran a Zubeldía
De lo que enferma a la Federación.
Mañana no ejerce la rutina,
Mañana te veré en televisión,
Mañana no habrá ortografía,
Para el callejón con salida,
Mañana el infierno estará on the rocks.
Mañana seguiré siendo poeta de bares,
Mañana te dibujaré con las colillas,
Mañana seré el novio que toda madre,
Aunque con look de ganster retirado
Me querrá para su hija.
Mañana trepo a tus caderas para leerte a Tolstói,
Despertarán en tu pecho dos corazones,
Mañana Alfaguara sabrá que para ellos no estoy,
Mañana seguiré siendo el que no soy,
Mañana que es hoy,
El corazón sabrá usar sus condones.
Mañana la prensa rosa me persigue,
Mañana el cenicero recibirá al rey que abdicó,
Mañana no despertarás llorando rímel,
Mañana que nunca existe,
Mañana que se durmió.
Mañana con algodón de azúcar harán puré a Libia,
Mañana la OTAN será un paredón,
Mañana pintamos de gris a la pandilla de vagos de la Alcaldía,
Nylon para las niñas,
Mañana la mentira no tendrá su razón.
Mañana Palin, Merkel y Brewer
En directo por la CNN
Saldrán como bailarinas de cancán.
Mañana te suelto el moño con los dientes,
Mañana que tan de repente,
Como un delincuente,
El río entre tus piernas se escapará del mar.
Mañana no serán moteles los CITIBANK en Chicago,
Mañana venderán chupetes por contrabando,
Mañana serán tan infieles,
Como las consortes de los reyes,
Los miedos del armario.
Mañana leerás lo que te escribo,
Sabrás que tengo menos novias que Al Pacino,
Se olvidará de mí el pasaje al paraíso,
Que después de lo vivido
Ya no hay cielo por tocar.
Mañana mi musa será el sindicato de mujeres,
Aunque no conozco a otra que como tú el alma me despeine,
Mañana me dibujo en la espalda,
Tus uñas de gata,
Tu diente por diente.
Mañana en El Vaticano habrá golpe de Estado,
Mañana miramos ventiladores de techo desde la cama,
Mañana al despertar sabrás que te he besado,
Cuando amanezca con tu L’Oréal en el espejo mi apellido firmado,
Mañana no habrá pasado mañana.
Mañana Dylan y Cohen completarán los Beatles,
Mañana haremos el amor sin sordina,
Mañana serán las tildes
Como liebres que persiguen
A éste león que dormía.
Mañana nos vemos en Atocha,
Disparamos a lo Bonnie & Clyde,
Mañana visto a tu corazón quitándole la ropa,
Mañana la Gillette de tu boca se dejará besar.
Mañana nos citamos en librerías,
Mañana dormimos sin calor,
Mañana el bandoneón tendrá gripa,
Y el tango de la esquina
Será con milonga esta canción.
Mañana la luna tendrá sus bares,
Sus casas de citas, sus iglesias.
Mañana ya no habrá sucursales
De tu cintura impecable,
De tus adioses que queman.
Mañana despertamos en la tina,
Aunque muera de celos la toalla,
Mañana quitamos las cortinas,
Deshacemos las valijas,
Mañana no habrá pasado mañana.
Mañana el despecho no tendrá quién lo mire,
Mañana cenamos a las seis,
Mañana nos quedamos en lo que sigue,
La noche será el himen
De la madrugada sin ley.
Mañana salimos en la foto,
Mañana será siempre lunes,
Mañana no haremos trasbordo,
De la cama a los solos
De la ropa a las nubes.
Mañana el osito de felpa te firmará la cola,
Mañana el presente se antojará en condescender,
Mañana ya no sabrá a ultranza,
Los besos en las cejas y en las pestañas,
Mañana será anteayer.
Mañana el futuro apostará el sueldo,
Los moretones del corazón amanecerán ajados,
Seremos dos trapecistas desnudos sobre el techo,
Mañana sabrás lo mucho que te he esperado.

domingo, 16 de octubre de 2011

Sin daños a segundos

Sobra lo que falta,
Entre algunas cosas las ausencias.
Todos los besos de despedida con sal,
Llega la tormenta
Con la primera que pretende dejarse llevar.
Sin daños a segundos,
Tú siempre aquí, yo nunca allá.
Al martes sin lunes ni futuro
Ya no le da por preguntar.
Sin daños a segundos,
Se infartó de tanto esperar el reloj.
En un cajón profundo,
Con alma de nudo, te guardo insolente el corazón.
Podrás consolarte con imanes y juguetes
O que te digan siempre que oui,
Mientras asoman al filo de los sostenes
Como el sheriff de los viernes,
Las manchas de alquitrán que te di.
Sin daños a segundos,
Edredones que duermen con el alma cansada,
Enciendo un cigarrillo,
Me pongo a fumar y pensar de madrugada.
No te desveles si sabes que sueño,
Que un coñac y que fumo de más.
Que te echo de menos, siempre de menos,
Las escaleras también sirven para bajar.
No tolero dormir sin que tu espalda me dé la espalda
Y en otra boca ver tu antifaz,
En otro balcón tu falda,
Y en otra comisura tu Pantene, tu labial.
Tres veces por semana irse a la cama
Y no quererse tocar.
Una semana del mes en la almohada,
Muere la venganza de no saberse besar.
Sin daños a segundos,
Muere de frío la cama,
Se aquilata el despecho y los asuntos,
Los te quiero, las ganas atropelladas.
Sin daños a segundos,
Mujer inteligente, toca esperar,
A que sea domingo irresponsable,
A que el olvido me quiera olvidar.
No preguntes por qué con ella y no contigo,
Que el cielo suda y los ojos se ensucian
Como semanas caducas
Cuando muerden la manzana del olvido.
Sin daños a segundos,
Se marchitan las tarjetas de florerías,
Se intoxican con recuerdos los muslos,
Como la casa oliendo a oficina.
Sin daños a segundos,
Bailan tango las colillas,
Suenan los ecos de los cuartos,
Mientras se roban el queso de la cocina.
Sin daños a segundos,
Ni terceros ni primeros,
En la cama sobra lo que nunca estuvo,
La memoria, el recuerdo.
Sin daños a segundos,
Tú siempre aquí, yo nunca allá,
Con la ventana en claroscuro,
Te miro desnuda,
Y me da por quererte volar.
Ya no estoy para más Alavalcívar
Si en mi cama no transpira
Tu corazón hecho mujer,
Ya no tolero la resaca, las recetas prescritas,
Sin la agenda suicida de las aceras de tu piel.
Sin daños a segundos,
Sin mirarnos por cobardes,
Con los ojos llenos de rímel y minutos,
La noche helada y menguante.
Sin daños a segundos en la ventana,
Julieta sale a morderse la boca,
Madrugar la primavera con sotana,
Porque quererte es querer quererse
Dentro de los hilos de tu ropa.
Sin daños a segundos en ascensores
Directo a Cimetière du Père-Lachaise
La soledad siempre resulta ser la consorte,
De los cuartos caídos del corazón al revés.

martes, 11 de octubre de 2011

"il cavaliere" Páginas 123 - 128


A
hora que me detengo a mirar los álbumes de fotos amarillas y opacas, y el florero que toma el sol en la ventana aprendió a desarrollar crisis existenciales. Me digo, solo y trasnochado, que nada es eterno cuando un beso es una llave, por este asunto de creer que el cielo tiene puertas, que es una celda de oro donde se desnudan las musas y otras adicciones.
Ni Louvre ni nada que se le parezca se asemeja a las tormentas de los calendarios, ni el odio de los horarios, ni el perfume de los agravios mal habidos.
Llevo meses afinando mi narrativa durante horas al borde de la ventana, aún cuando Nicoletta sale a comprar revistas y periódicos europeos. Y en tantas voces que tiran las paredes se oye la angustia de preguntarse si lo que uno escribe apaña la soledad y logra tocarle el corazón a cualquiera.
Las actrices de teatro suelen ser muy buenas actrices precisamente, y según la filosofía Nietzscheana el rol del artista es justamente la de un actor. De reparto. Principal. Arlequín. Pero actor al final.
Los relojes de pared se me antojaron sospechosos, como si en las manijas caminaran hormigas o si en los numeritos hay algún secreto para la posguerra.
Y yo que nunca le he atinado a la lotería, suelo pensar que de entre tantos dilemas y entre tantas rimas consonantes de numerología, pueda atinarle a un gran número ganador.
En la cama ya no hay espacio para nada más, en el cajón de mi escritorio, que no es mío porque es del hotel, se esconde una tarjeta postal, una de orquesta ranchera, y otra de una floristería, para cuando en cuando me dé por traerle flores a ella. Traerle, porque aquí todo es al revés, en lugar de enviarle yo se las traigo. ¿Entiendes?
Y los papeles se desvelan, procuran acicalar la tentación de preguntarle si tal o cual soneto la describe muy bien, porque es un lío encontrar la palabra perfecta, la consonante adecuada, la sintaxis apropiada y las caricias breves para sacarle una sonrisa aunque sea en el baño mientras hace pis y lo recuerda. (¿Por qué las mujeres dicen hacer pis?) No sabemos querernos, nosotros hemos roto el paradigma, no creemos en el matrimonio y no nos dá por intentar creer. Preferimos improvisar puestas en escena imitando a Romeo y Julieta. Pero la causa es indefendible, nos despedimos al irnos a dormir como quien se despide del verano o del invierno. Las uñas con tono rojo y cortas, que ella muy bien las pinta, practican caminatas de parque sobre mi pecho, la respiración se hace cada vez más corta, más dulce y menos miedosa.
En la almohada, que huele a alcanfor, hay veintisiete sueños, y de esos veintisiete sueños, dos son repetidos, como sabiendo que no se puede ser del todo tolerante o arribista.
Las baldosas, queridísimas baldosas, que besan los pasos y son testigos fieles de la aventura sexual, aquella de hacer el amor en el suelo de vez en cuando, nunca viene mal romper con los horarios. Esas mismas baldosas, sabrá alguien a cuántos idiotas más han conocido, coleccionan puntitos de tonos marrones, como si fuesen lunares, como trenes de cercanías, que vienen desde muy lejos, como días lunes o días martes o días jueves o días octavos, porque el crucigrama apercolló los hilos de las palabras. Porque yo tan ateo, miserable y frío, procuro no dejarme llevar por ningún coche de bebé con algún caramelo, como esos que se disfrazan de besos sin ser pedidos. Más o menos como las letanías.
Sabemos que nada de esto será eterno, que pronto nos pedirán las llaves, y qué lindo es saberse en el cielo, aunque, por mi condición de lector voraz de filosofía, me hice la teoría de que el cielo es la misma cosa que el infierno de Dante, sólo que uno es de día y el otro es de noche.
Todo lo resumo como tal, y una de mis manías en dramaturgia es escribir de madrugada, con una lamparita General Electric sobre el escritorio, que ya no cabe llamarlo así, porque utilizo una máquina de escribir a pesar del toser de las teclas que se hunden despacito para que ella no se despierte. Diría el chofer de madame Paulette, que no siempre se puede complacer a una mujer. Seguro el tipo es divorciado. No hago la pregunta de si lo es o no, porque no lo considero elemental a éstas alturas de mi vida. Y así, suspirando y sabiendo que nadie es libre, porque cuando vas a un restaurante francés o hindú o cualquiera, tú crees que escoges un bife con total libertad, sin embargo ya te han pre escogido veinte clases de bife. Es una putada.
A las mujeres no se las escoge, ni se las aprende a querer como deberían, son diosas omnipresentes y desnudas que con sucia cautela te rompen la mollera con un bate de béisbol. Siempre he dicho que son como los gatos, seguramente por eso Nicoletta me preguntó la primera vez que hicimos el amor que si antes yo había besado a uno. Porque los gatos son así, los únicos animales que se autodomesticaron. Uno cree que es el dueño de alguno pero resulta que es él quien se adueña de uno. Vienen sólo para la cena y regresan a alguna cornisa o a algún basural francés.
Dentro del corazón sé que no hay esquinas para esperar a ningún autobús o ni siquiera al tranvía. Maravilloso. Y aquí llueve demasiado. Y no hay agua potable. Por eso hemos decidido no querernos con el corazón sino con la mente. Algo mucho más racional.
En Leipzig me contaron que las calles te dicen adónde llegar, como si uno necesitara consejos. Hijos de nadie, abuelos de la nada.
Por este motivo, he decidido proponerle a la italiana regresar a Guayaquil. Sé que no se acostumbrará fácil a la humedad. Pero nada es difícil. Yo me acostumbré al invierno de la menopáusica Europa, y solamente con un jersey y un sombrero. Han blanqueado mi piel los inviernos. Pocas veces lo noto, porque sólo me desnudo con ella en la cama y cuando sucede tenemos simplemente la lámpara de la calle para alumbrarnos, cosa que resulta muy romántica si uno quiere ponerse meloso. Y cuando tomo una ducha de agua tibia, me pongo a leer, así que no he notado en otras ocasiones el tono de mi piel. Y por antonomasia sé, que mi procedencia vasca me hace desde ya un blanquito más.  


               La noche de jueves fuimos a una pelea de box, entre Jean Cutí y Edward Van Rukpiera,  pesos pluma, estos muchachos deberían estar en la escuela todavía, o vendiendo salchichas con mostaza en las esquinas de Manhattan. Llevé un par de puros porque los cigarros no vienen mal para estas saliditas. Nos ubicamos en la quinta fila, en asientos cómodos y opacos, butacas de corte inglés y botones de a cuatro en los respaldares para que amortigüen a las espaldas cansadas. Estos herederos de Sullivan harían una orgía de golpes con las hermanas Bennett, sabiendo que no se puede golpear la nuca, patear al oponente, darle la espalda al contrincante, tropezar al rival, golpear bajo el nivel del cinturón, dar cabezazos intencionales o hacer uso de mañas u objetos inapropiados. ¡¿Qué mejor cosa describe así al amor?! Este savate de cuadrilátero se me hace muy conocido por relacionarlo con la cama.
Del lado derecho, tropezando codo a codo, está Mark Bosmél, dice ser periodista, yo no le creo. Y ese torpe maniobrar de tomar la Nikon y disparar con flashes, acomodarse el sombrero, preguntarme la hora, pedirme fuego para encender su cigarro, acomodarse la corbata, y más actuaciones propias de algún inapropiado enviado de Le Monde, me proponen salir por un trago de coñac. Amargo. Placentero. Ceremonioso. Dicho no por mí, sino por todas las cosas que aquí se han juntado, desde las butacas hasta los gritos y los hurras de los aquí presentes. Hip hip hurra. Bla, bla, bla. Baldes de agua fría.
Me he puesto a analizarlo todo, o casi todo, en la tarde a la hora del almuerzo, miraba a un pastor alemán en la calle con su dueño, y me preguntaba quién tenía peor suerte, el pastor por nacer perro o yo por nacer Rubalcaba. No sabré la respuesta, o quizá sólo creyendo en la reencarnación. Como todo lo que se cree y todo lo que se jura, para mentirnos un poquito y dárselas de muy intelectual, con lo mucho que detesto a los otros genios que se reúnen entre ellos en habitaciones privadas como si fueran sesiones de belleza en alguna pensión.

S
e mueve el piso como el techo cuando se lo mira desde la cama, ahora que empiezan a salirme canas tempraneramente, y en los bolsillos no hay más que pelusas. Supongo que a todo esto algo bueno uno debería sacarle. Besos de nadie. Instantes perecederos, angustias de otros, atún enlatado. En fin, cosas que no nos gusta contar porque a los números no se los puede querer tan de pronto.
Una tos de cigarro me despierta todas las noches, y cuando tose el pecho provoca vomitar la cena entera. Nunca he ido a un doctor, creo que debería. No quisiera yo morirme sin publicar al menos un primer librito, un poemario. Algo. Y ahí sí, morirme.
Cada palabra escrita trae consigo unas ganas tremendas de quedarse, porque tienen miedo de que se les facturen gripas y trajes a la medida como, digamos, cajas de madera. Hay un problema devastador con angustiarse, al igual que un problema devastador con encontrarse al éxito, porque si se lo encuentra uno deja de sentir deseo, dice la teoría Freudiana, y ¿Quién soy yo para refutar? Tengo una manía por quedarme quieto y pensar solamente en escribir. Y sé que un libro decente tiene no menos de doscientas páginas. Es por esto, y mis presentimientos de que algo sucederá tan de pronto, que persigo las ideas como un oficinista atrasado a un taxi por la calle. Por eso la recomendación a Julio de titular algo con El Perseguidor.

sábado, 8 de octubre de 2011

Amapola de cama.

Que no te cieguen los ciegos,
Que no te dé por dejar de fumar,
Que no te enteres cuando siento,
Que el corazón usurero paga muy mal.

Que no te pinten las pestañas,
Que no te digan que no,
Que no te ensucien la espalda,
Con años de venganza, que no te den un reloj.

Que no te regalen falsas nubes,
Que los treinta se dejen tocar,
Que los veintisiete de octubre sean siempre lunes,
Para volver a empezar.

Que se te pierda el mapa,
Cuando algún imbécil te espere en algún lugar,
Que no tenga abismos la cama,
Que te lleguen las cartas,
Que no te hagan dudar.

Que no te enamore Manhattan,
Que no te roben los sueños,
Que no sea un mantel tu falda,
Corazón valiente, que no tengas dueño.

Que no te regalen falsas nubes,
Que los treinta se dejen tocar,
Que los veintisiete de octubre sean siempre lunes,
Para volver a empezar.

Que se te desvele otro miércoles,
Que no te dejen sin ti,
Que vuelva indolente algún jueves,
Que cada mes sea septiembre,
Que nunca aprendas a sufrir.

Que no sueñes sólo de noche,
Que no te dé por desandar,
Que nunca te lleguen las doce,
Que no te deje el poeta,
Que los papeles se desvelen por llegarte a tocar.

Que no te apaguen la luz de los flashes,
Que no te encuentre la guardia civil,
Que no te alquilen un cuarto en Montparnasse,
Que no te saquen cuatro ases,
Que no te olvides de mí.

Que no te regalen falsas nubes,
Que los treinta se dejen tocar,
Que los veintisiete de octubre sean siempre lunes,
Para volver a empezar.

Que no seas consecuencia de causa,
Que no te empañen el cristal,
Que no termines sola La Náusea,
Sin que te la pueda explicar.

Que no tengan prisa los cordeles,
Que no te abandone la curiosidad,
Que no me pidan visa tus cuarteles,
Que las canas te sean siempre infieles,
Que volvamos a empezar.

Que no calques los demonios,
Que no te dé por dejar de responder,
Que nunca seas agua con sal para los odios,
Que algún día te dejes querer.

Que no te regalen falsas nubes,
Que los treinta se dejen tocar,
Que los veintisiete de octubre sean siempre lunes,
Para volver a empezar.

Que no te exilien las pupilas,
Que no te emborraches con merlot,
Que no se te haga vertical la risa,
Que el pecho encienda la chispa,
Que no tenga esquinas tu corazón.

Que el alcanfor se vaya de tu cama,
Que no te endulcen los aplausos,
Que no escuches cuando ladran,
Que no te duelan los pies después de cada jornada,
Que no llores sola en el armario.

Que no te llegue nunca el después,
Que no te bese la nuca la noche,
Que no encuentres ningún juez,
Que no se te arrugue el jersey,
Que en la cartera no entren los soles.

Que no me sientas en duelo,
Que no esperes un taxi en Tel Aviv,
Que no busques aviones procurando vuelos,
Que seamos sinceros,
Que todo es aquí.

Que nunca digas nunca,
Que no te mienta la verdad,
Que no te hagan ole las musas,
Que no encuentres excusas,
Que a tu florero el invierno no sepa llegar.

Que no me mates como al toro,
Que no encanalles la madrugada,
Que no te pierdas por otros,
Que no te toquen los tontos,
Que mis dedos vuelvan a tu espalda.

Que no te regalen falsas nubes,
Que los treinta se dejen tocar,
Que los veintisiete de octubre sean siempre lunes,
Para volver a empezar.

sábado, 1 de octubre de 2011

El corazón

El corazón es un hijo de puta buscando a su madre,
Un cabrón queriendo enamorar a quien no conoce.
Viene vestido de frac y revolver siendo un cobarde,
Le falta todo y sin embargo se le antoja derroche.

El corazón mira desde una ventana los filos del viento,
Bebe un trago de Johnnie en las rocas antes de embarcar.
El corazón endiosa a cualquiera sabiéndose ateo,
Despistado como un lunes fumando hash.

El corazón mira sobre las alas las nubes impares,
Va cargado de coraje, bronca, y despecho.
El corazón endulza su café con besos de nadie,
Si supieras lo que hice por venirte a ver, no tienes derecho.

El corazón es un campo de golf para banqueros en bancarrota,
Sabe bien que si viene y te vas es un trueque vulgar.
Si querer es una guerra ganada que sabe a derrota,
Para los besos caídos no cabe un sitio más.

El corazón se desnuda la espalda con frío y sin broche,
No sabe de números y ya quiere sumar.
Si no quieres que te tome por aventura de una noche,
Hazme el favor, mon chéri, no me tomes igual.

El corazón es un terrorista muerto de miedo,
Traficante de besos conservados en alcohol.
Sabes bien que aunque mienta yo nunca miento,
Quien mató a Aquiles no fue la flecha, fue su talón.

El corazón tiene citas de sexo en cuartos de hoteles,
Y el que disfruta la cena no es él, sino un impostor.
El corazón sabe que la prudencia a ratos es imprudente,
Le importa poco la carrocería Porsche de la niña, quiere sólo el motor.

El corazón se muere de hambre mirando la sopa,
Sabe que mejor se escribe en ayuna y con frío.
El corazón esta noche se emborracha y sale con otras,
Cansado de nada y de todo, de amor y de hastío.

El corazón tiene prisa y antojo, camas sin verbo,
Lapicera Montblanc sin papel adónde escribir.
El corazón es una bomba suicida latiendo en el pecho,
La verdad más mentirosa que ha podido existir.

El corazón escribe al revés leyéndose espejos,
Se quema los ojos de madrugada apuntando a Sartre.
Por poco resulta que se cruzaron en el cielo,
Suele pensar que ella no se deja querer.

El corazón está harto de jugar a los dados,
Toca el piano en una cancha de rugby con nieve.
El corazón está harto de masturbarse como el sol al verano,
No te puede leer una vez al mes, los ojos no sienten.

El corazón se siente extraño estando con otra,
Esa noche vio en otro tatuaje a la gata con su flor.
Duró quince en la cama, terminó con sed y en coma,
Ella duerme en otra ciudad, no se entera de quién el calor.

El corazón fue por agua, regresa y ya estaba dormida,
Toma asiento y empieza a contar los besos mal hechos.
El cuarto número diez huele a desvelo con nicotina,
Mientras el rio que está muy lejos lo putea en arameo.

El corazón tiene alas de avión con hilos de cometa,
Las cintas de Chaplin y Keaton le resultan familiares.
El corazón ya no ve diferencia entre pregunta y respuesta,
Empieza a sospechar que convergen en signos interrogantes.

El corazón es hincha de un club que juega en segunda,
No me hagas caso, qué más da si no quieres oírme.
El corazón no vino a tocarte como esponja en la ducha,
Vino a caminarte o perderse, en resumen, vivirte.